viernes, 10 de marzo de 2017

AJÉ ShALUGÁ

Òrìshà de la Riqueza.

 Es un òrìsà femenino (aunque en algunos ìtan aparece como masculino), relacionado con la salud, la suerte y la riqueza. El agua de mar que es su morada, participa del simbolismo de la fertilidad, de la abundancia. La Ostra (por su forma de oreja) es la forma de percibir la palabra y la perla es la palabra misma. 

Se le considera una divinidad caprichosa, voluble e inconstante. Se dice que escoge al azar a quien bendecir y bonificar, a veces con grandes cantidades de dinero. En algunas variantes, como en el lado nagó, Ajé es entregada junto a Òsun y Sàngó, representada por un caurí gigante que no puede comprarse en el mercado, sino que debe ser encontrado o recibido como regalo. 

En el dínlógún habla en Aláàfìa méji (16-16), donde indica que la persona debe asentar a Ajé Salugá. Es un òrìsà que se recibe pero que no se corona en la cabeza de nadie. Es un òrìsà que a pesar de ser ampliamente considerado de sexo femenino, aparece en otras ocasiones con sexo masculino. Esta dualidad simplemente estaría indicando que la Suerte, la Fortuna, en fin, la Riqueza tampoco tiene sexo. Cuando Ajé se considera masculino está relacionado con Òsanyìn y Èsù, pues cuenta una historia que Ajé distribuía las riquezas indiscriminadamente a todos, y que nadie buscaba a Òsanyìn, el gran hechicero, para nada, pues Ajé cubría las necesidades de todos. Òsanyìn, envidioso, engulló 5 a Ajé, que desapareció de la tierra. Las personas recurrieron a Orunmila, pues no soportaban vivir bajo el fardo de la necesidad. E Ifá envió a Èsù con una ofrenda para Òsanyìn, que se constituía de maíz bien cocido y condimentado con pimienta, pero mezclado con picadura de tabaco. Òsanyìn, goloso, comió la refección entera, pensando que era señal de reconocimiento de las personas en relación a su importancia, pero el tabaco es un hemético muy fuerte, e hizo que Òsanyìn vomitara, vomitara y vomitara hasta devolver a Ajé. Sólo que Ajé ya había sido digerido y regresó en forma de miniaturas de Ajé (monedas, perlas, cauríes, etc.), que Èsù pasó a controlar, y así nació el dinero, que es distribuido desigualmente entre las personas. En ocasiones importantes, cuando alguien gasta grandes cantidades de dinero en tierras yorubas, es usual oír el grito ¡Ajé O!, lo que implica que tales gastos son posibles gracias a la bendición del òrìsà. Encontrar una madreperla es considerado de buena suerte se le debe colocar un vaso de aguardiente. Se fuma un tabaco y se sopla con el humo del tabaco. Igual que cualquier otra divinidad, aunque quizá en mayor medida, exige completa confianza en sus poderes. Ajé Shalugá simboliza para el pueblo yoruba el poder de ganar y obtener dinero para una vida sin dificultades y con prosperidad extensiva a toda la familia.

Es un fundamento que pocas casas de santo conocen o rinden culto, para asentar Ajé Shalugá es necesario tener sus 4 fundamentos también asentados, para que se consiga alcanzar los intentos, cambiar el destino, consagrar todo el ritual y lograr el objetivo que es el de que prospere quien le rinde culto. Los 4 fundamentos necesarios para tener Ajé Shalugá dentro del culto a Ifá son: * Èsù Odara * Orunmila * Osanyìn * Igbá Ori Aquel que no tuviera esos 4 asentamientos amarrados a los òrò de Ajé, con certeza no tendrá canalizados para sí los poderes de Ajé Shalugá. Se hace necesario aún que esos òrìsà estén dispuestos de la siguiente forma en la amarración del Ojubò: Orunmilá al centro, Èsù Odara a la izquierda, Òsanyìn a la derecha, Igbá Ori al frente y el asentamiento de Ajé delante del Igbá Ori y abajo, significando el camino de aquella persona y lo que está en por venir de ella. Después de un largo ritual de consagración de ese Igbá Ajé Salugá, con rezos, cánticos y sacrificios es entregado entonces a su nuevo seguidor el igbá Ajé (asentamiento), sólo quien toca, manipula y trata con ese asentamiento es la persona que lo recibió, corriendo el riesgo de perder todo cuando este òrìsà es cuidado por otra persona que no lo recibió. Debido a ese tabú, no se permite que nadie que no sea de nuestra entera confianza entre al lugar donde está asentada Ajé. Ajé Salugá vive en una sopera o pote grande de loza subdividida de características especiales, es un òrìsà de cosas frescas y preciosas. Pocas personas lo tienen, debido justamente al gasto que insume asentarlo.

Ajé Salugá es considerada en algunas variantes como la hermana más joven de Yemoja. Ambas son hijas predilectas de Olokun. Cuando la inmensidad de las aguas fue creada, Olokun dividió los mares con sus hijas y cada una reinó en una diferente región del océano. Ajé Salugá ganó el poder sobre los mar. Eran nueve hijas de Olokun y por eso se dice que son nueve “Yemoja”. Olokun le dio a sus hijas los mares y también todo el secreto que hay en ellos. Pero ninguna de ellas conoce todos los secretos, porque algunos sólo están reservados al propio Olokun. Ajé Salugá era, sin embargo, una niña muy curiosa y siempre iba a espiar por todos los mares. Cuando Olokun salía para el mundo, Ajé Salugá hacía subir la marea e iba atrás cabalgando sobre las ondas. Iba disfrazada sobre las olas, en forma de espuma burbujeante. Tan inmenso y atractivo era su brillo que a veces cegaba a las personas que miraban. Un día Olokun dijo a su hija más pequeña: “Lo que des a otros tú también lo tendrás, será vista por los otros como te mostrares. Este será tu secreto, mas debes saber que cualquier secreto es siempre peligroso”.  La próxima vez que Ajé Salugá salió en las olas, acompañando disfrazada, las andanzas de Olokun, su brillo era mucho mayor, porque mayor era su orgullo, ahora detentora del secreto. Muchos hombres y mujeres miraban admirados el brillo intenso de las olas del mar y cada uno con el brillo quedó ciego. Si, su poder cegaba a los hombres y las mujeres.

Fuente: Bayo© Editores 2007 Bàbá Osvaldo Omotobàtálá


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jueves, 9 de marzo de 2017

Historia de Maria Lionza

El sabio Jiménez Sierra me concedió cita en un bar del centro de la pequeña ciudad de San Felipe. Yo estaba muy ansioso por escuchar su versión, pues era la persona viva más autorizada en la materia y yo estaba confundido – más valdría decir atónito – con un fortuito descubrimiento que había hecho en casa de mi abuela. Jiménez Sierra había oído y leído innumerables versiones de la historia de María Lionza, la cual, como se sabe constituye el mito venezolano más importante, y ha sido objeto de estudios serios, como también de lamentables deformaciones. Me dijo, sin embargo, que su versión era completamente nueva y deseaba confiármela, antes de partir de viaje a Europa, pues no sabía cuánto tiempo estaría ausente. Ordenó un Campari, saludó con cordialidad a la gente del bar y de inmediato pasó a narrármela:

“El mito de la reina María Lionza proviene de la época de fugaz imperio de Buría, fundado en la región de Nirgua – en el estado Yaracuy – por el famoso negro Miguel. Dicho mito fue establecido por su mujer, la reina indígena Guiomar, a raíz de la derrota que a Miguel le infligieron los españoles, comandados por el capitán general Juan de Villegas en 1552, quien fundó la ciudad de Nueva Segovia – la actual Barquisimeto – en las vegas de Buría, donde por cierto falleció al año siguiente.
Miguel fue muerto en la refriega. Pero su mujer Guiomar – o sea María la Guiadora – logró escapar de la masacre, yendo a refugiarse en su huida hacia las montañas que hoy se conocen con el nombre de Sorte y Savayo, bañadas por las aguas del río Yaracuy, en la jurisdicción del actual Municipio Bruzual.
Así Guiomar, la fugitiva esposa del derrotado Negro Miguel, logró permanecer escondida por largos meses en las cuevas y grutas formadas en la falda de los barrancos que rodeaba al río Yaracuy. Durante aquellos largos días de expectación y de angustia, acompañada por algunas mujeres y por otras personas fieles de su efímera corte, la fallida reina Guiomar se dio a fundar con su nombre de MARÍA GUIADORA un culto religioso dedicado a los genios locales del paraje, en parte regional indígena y en parte africano, con reviviscencias de misticismo panteístico, que al correr de los años llegó a constituir el culto que hoy se le rinde por medio de ceremonias mágicas de antiquísimo origen, a la Reina María Lionza.
Guiomar comenzó a tener comunicación efectiva con animales del paraje, en una selva donde abundaba una flora impresionante (todas las heliconias de la tierra, todas las variedades de orquídeas, bromelias y otras flores que nadie ha visto en ningún otra parte del planeta), especialmente con una danta o tapir hembra que llegó a montar, y también con pumas, chivos, jaguares y boas, que la acompañan en sus oficios religiosos. La danta que montaba María Lionza era invulnerable a toda cosa física y maleficios, así como oraciones, incluyendo a las oraciones cristianas. Con sus poderes, Guiomar puede sanar enfermedades y calmar graves dolencias, así como alejar a los envidiosos, ladrones, saqueadores y avaros. Con la ayuda de sus piaches indios podía petrificar a toda esa gente. Pero también podía procurar fortuna, si se le rendían los debidos tributos. Los pocos visitantes de aquellos parajes que lograban verla quedaban prendados de ella, y la seguían embrujados a donde iba: militares, monjes, hombres del campo y otras personas se sometían a un extraño embrujo en cuanto la tenía delante. Sin embargo, las autoridades civiles eclesiásticas la persiguieron durante mucho tiempo, y trataron por todos los medios de acabar con un culto religioso que empezaban a tener un gran fuerza entre los pobladores y ciudadanos de las ciudades del Occidente de Venezuela”
Hasta aquí el relato del sabio Jiménez Sierra. La información que yo poseo refuerza la leyenda. Lo resumo.
Se adentró entonces María Lionza con su pequeña corte en la montaña de Sorte, y esperó allí a un cura y a un coronel, y de manera expresa los embrujó. Ellos fueron los responsables de defenderla en adelante; la Corona Española, por intermedio de la Iglesia, no aceptaba estos cultos; sin embargo aquel cura hechizado por Guiomar, a la sazón párroco de la iglesia del pueblo de Nívar, la protegió asociando a su nombre al de una virgen cristiana: “Virgen Patrona de la Onza del Prado de Talavera de Nívar”. Ello no solamente impidió que el mito muriese, sino que perviviese en las figuras santas de la Iglesia católica, especialmente en las de la Virgen María, tal y como ocurrió con la Virgen de Coromoto en Guanare, protegida por el indio Coromoto. Así permaneció María Lionza hasta hoy, protegida por el sincretismo de su hermosa imagen de la reina con un tocado de flores y un manto azul, sentada en su trono rodeada de jaguares y boas, una verdadera diosa.
Mi curiosidad por ella revivió debido a que soy descendiente de aquel coronel que fue a conocer a Guiomar con  el párroco de Nirgua, y quedó, como él, hechizado. Encontré hace algunos meses, en casa de mi abuela, un pesado baúl que había pertenecido a mi tatarabuelo, y en su interior unos viejos papeles donde hablaba con fervor de esta imagen casi mística que nunca pudo olvidar. Este descubrimiento propicio mi comunicación con el sabio Jiménez Sierra en San Felipe, cuyas palabras me ha hecho constatar, con sorpresa y casi con rubor, el nombre de Guiomar tantas veces citado en los estropeados papeles de mi antepasado.

Este documento fue transcrito de Cuentos y Microrelatos de Gabriel Jiménez Emán, publicado por Monte Ávila Latinoamericana Editores (Caracas, 2009)

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